Anoche las farolas se apagaron y dejaron de molestarme con sus luces amarillas. Quizá no te diste cuenta. Yo sí.
Comenzaron a atenuarse entre dibujos y batidos de avellana.
Tú te volvías más guapo a cada segundo que pasaba, aunque sólo sea un apunte, y yo quería contarte que no es tan imposible tocar las estrellas, volar o comernos el mundo.
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Susurros al oido...